En psicología social, estructura compleja de interacción, que está constituida por dos personas físicas (dimensión intersubjetiva), y un tercero fantaseado y proyectado sobre el otro (dimensión intrasubjetiva).
El vínculo se va construyendo dialécticamente a partir del nacimiento. Su desarrollo posterior puede desembocar en un vínculo sano, que es el que permite la adaptación activa a la realidad, o en un vínculo enfermo, que se caracteriza por ser una suerte de circuito cerrado, viciado por la estereotipia.
El vínculo es una situación bicorporal pero tripersonal: el tercero es el ser fantaseado, proyectado en el otro. Si dos personas físicas solamente interactúan, hay una relación interpersonal, pero no un vínculo todavía. Para que este se constituya, debe estar incluido el tercero aludido. El vínculo es un concepto más amplio que el de relación de objeto, pues se entiende como un sistema complejo (que Pichon Rivière llama a veces “estructura vincular”) donde interjuegan dialécticamente un sujeto, un objeto, fantasías inconscientes y un tercero proyectado.
Pichon sustituye así, como un aporte original suyo, la noción freudiana original de relación de objeto por la de vínculo, cuyo estudio será el centro de toda su teoría de la salud y la enfermedad.
Desde el punto de vista psicosocial, lo que interesa es el vínculo externo; desde el punto de vista de la psiquiatría y del psicoanálisis, lo que interesa es el vínculo interno: la particular forma que tiene el yo de relacionarse con la imagen de un objeto colocado dentro de sí.
A partir de sus primeros días, el lactante establece relaciones con objetos, que podrán gratificarlo o frustrarlo; así se establece una primera configuración vincular, respectivamente “vínculo bueno” o “vínculo malo”.
A medida que el niño interactúa con su objeto (por ejemplo, la madre), va internalizando la estructura relacional; el vínculo adquiere, además de la dimensión intersubjetiva, otra intrasubjetiva (además de un vínculo externo, se establece un vínculo interno o internalizado). Para Pichon, no se internalizan objetos, sino vínculos, o sea formas particulares de relacionarse con un objeto.
Una vez constituido el vínculo en tanto situación bicorporal y tripersonal, podrá seguir diferentes desarrollos, según la intensidad de los miedos básicos involucrados en la estructura vincular. Estos desarrollos culminan en la constitución de un vínculo enfermo o de un vínculo sano (que no deben ser confundidos con el vínculo malo y el vínculo bueno).
Hay una “patología del vínculo bueno”: la posibilidad de que un vínculo tal pueda enfermarse. En un vínculo sano, el yo logra técnicas exitosas para el control de lo malo y la preservación de lo bueno. Esto, por supuesto, no sucede en el vínculo enfermo, en el cual el gran monto de los miedos o las ansiedades básicas impide desarrollar esas técnicas eficaces.
En tanto mecanismo de interacción, el vínculo es una Gestalt de la cual debe surgir (en condiciones normales) el instrumento adecuado para aprehender la realidad de los objetos.
En la “normalidad”, el vínculo es una estructura compleja de interacción, no lineal sino espiral: en cada “vuelta”, hay una realimentación del yo y un esclarecimiento del mundo. Cuando esta estructura se estanca (por ejemplo, a causa de los miedos básicos), la comunicación y el aprendizaje se paralizan, y se está en presencia de una estructura estática y no dinámica, que impide una adaptación activa a la realidad: el vínculo enfermo.
Una causa importante de este estancamiento puede ser el modo en que funciona el tercero, condicionado por la intensificación de los miedos básicos: como ruido (impide la comunicación) y como obstáculo epistemológico (impide el aprendizaje). Se establece así un circuito cerrado, una suerte de círculo vicioso, que impide la realimentación dialéctica que permita una lectura más objetiva de la realidad y, por ende, una acción más eficaz sobre ella.
Entre los vínculos enfermos o patológicos: “… el vínculo paranoico se caracteriza por la desconfianza y la reivindicación que el sujeto experimenta con los demás. El vínculo depresivo se caracteriza por estar permanentemente teñido de culpa y expiación, en tanto que el vínculo obsesivo se relaciona con el control y el orden. El vínculo hipocondríaco es el que el sujeto establece con los otros a través de su cuerpo, la salud y la queja. El vínculo histérico es el de la representación, siendo su característica principal la plasticidad y la dramaticidad”.
Una manera de diferenciar entre el vínculo normal y el patológico es caracterizando el primero como racional (conscientemente conocido y administrado) y el segundo como irracional. “La finalidad de la psicoterapia es volver racional un vínculo irracional, porque la neurosis suele definirse por la predominancia de un vínculo irracional que es operante en la práctica y en la praxis de ese sujeto en su relación con el mundo”.
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