Aunque la palabra “significante” no figura estrictamente en la obra de Freud, Lacan insiste en leer su presencia. Muchos textos freudianos, en verdad, ponen el foco en rasgos lingüísticos puramente formales (sobre todo, los de la Psicopatología de la vida cotidiana). Es decir que la insistencia de Lacan en prestar atención a la palabra del analizante no es una innovación sino un intento de reformular el método freudiano relacionándolo con los hallazgos de la lingüística moderna.
Lacan adopta el término “significante” de la obra del lingüista suizo Ferdinand de Saussure, creador precisamente de esa lingüística y propulsor de la semiología como nueva ciencia.
Saussure, aunque contemporáneo de Freud, no fue conocido por este. Según su teoría, el significante, previamente llamado (con cierta imprecisión) “imagen acústica”, no es el sonido del signo, sino la imagen mental del sonido, su huella psíquica, que permite reconocerlo (“la lengua es forma, no sustancia”). Es la contracara del concepto, luego llamado “significado”, que es la imagen mental, el pensamiento, la idea a la que refiere el signo (no “la realidad”).
Saussure sostuvo que significado y significante son interdependientes y de igual importancia; en cambio, Lacan propuso que el significante es primigenio y produce el significado. Su noción de significante remite en primer lugar a un elemento material sin sentido, que forma parte de un sistema diferencial cerrado (en esto sí Lacan sigue a Saussure); este “significante sin significado” es denominado “significante puro”. Y estos significantes son los que determinarán al sujeto; dicho de otro modo: los efectos del significante sobre el sujeto constituyen el inconsciente (y por eso, la totalidad del campo del psicoanálisis).
Para Lacan, entonces, el lenguaje no es un sistema de signos (como lo era la lengua para Saussure) sino un sistema de significantes, que serán las unidades básicas de aquel. Y, como son diferenciales, su sentido es variable, sólo puede determinarse en relación con la totalidad del sistema.
Los significantes, para Lacan, se combinan “según las leyes de un orden cerrado”, en cadenas significantes que siguen las leyes de la metonimia.
El significante es la unidad constitutiva del orden simbólico, porque está relacionado de manera esencial con el concepto de estructura. Y el campo del significante es el campo del Otro.
Lacan define el significante como “lo que represenla a un sujeto para otro significante”, en oposición al signo, que “representa algo para alguien” (esta definición corresponde a Peirce). En verdad, un significante (denominado significante amo) representa al sujeto para todos los otros significantes. Pero ningún significante puede significar al sujeto.
Como significantes, pueden funcionar palabras, unidades menores o mayores que esta, e incluso objetos, relaciones y actos sintomáticos. La única condición es que estén inscritos en un sistema en el que adquieren valor por su diferencia con los otros elementos que lo componen.
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