El tiempo según Lacan:
Cuando Lacan dice que la meta de la cura es la “reconstitución completa de la historia del sujeto”, esto debe entenderse en el sentido de que dicha historia no es una secuencia real, cronológica, de acontecimientos pasados, sino la “síntesis presente del pasado”.
“La historia no es el pasado. La historia es el pasado en cuanto está historizado en el presente”.
Por ejemplo, las fases llamadas “pregenitales” no deben ser vistas como hechos reales, cronológicamente anteriores a la fase genital, sino como formas de demanda proyectadas retroactivamente en el pasado.
Lacan también demuestra que el sentido del discurso surge por retroacción: sólo cuando se pronuncia la “última palabra” del enunciado, adquieren su pleno sentido las palabras del inicio.
Esto hay que relacionarlo con la noción de “puntuación”, pero también (y no siempre positivamente) con la teoría de Derrida acerca del diferimiento perpetuo del sentido, que iría de atrás hacia adelante, y no a la inversa, como habitualmente se cree.
Estas ideas lacanianas traen consecuencias prácticas para la técnica, la clínica y la cura. Por ejemplo, las famosas sesiones de duración variable, que tanto conflicto le trajeron con la IPA.
La anticipación, por su parte, designa el modo en que el futuro afecta el presente. Como la retroacción, marca la estructura de la palabra: las primeras palabras de un enunciado se ordenan anticipando las que seguirán.
Por ejemplo, en el estadio del espejo, el yo se construye sobre la base de la anticipación de una completud futura imaginada (que, en realidad, nunca va a llegar).
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