La racionalización es la explicación ó intento de explicación coherente que desarrolla un sujeto desde un punto de vista lógico ó aceptable desde el punto de vista moral, a un acto, una actitud, un sentimiento, una idea, etc., cuyos motivos verdaderos no percibe (no puede o no quiere percibir), ya que depende, por supuesto, de determinaciones inconscientes.
El término fue introducido en el lenguaje psicoanalítico corriente por Ernest Jones, en 1908.
Se habla especialmente de racionalizar un síntoma, una compulsión defensiva, una formación reactiva. Es un proceso que interviene también en el delirio.
Ya que toda conducta admite alguna explicación racional, suele ser difícil decidir cuándo esta es insuficiente. En la relación psicoanalítica, se encuentran todos los grados intermedios: en ciertos casos, resulta muy fácil mostrarle al paciente el carácter irreal de las motivaciones que invoca; en otros, los motivos racionales son muy “sólidos”, y cuesta mucho cuestionarlos.
En el caso de rasgos del carácter, o de comportamientos muy integrados al yo, resulta más difícil hacer que el individuo advierta (y admita) el papel desempeñado por la racionalización.
La racionalización no se clasifica entre los mecanismos de defensa, pese a su obvia función defensiva. Esto es porque no se dirige directamente contra la satisfacción pulsional, sino que disimula secundariamente los diversos elementos del conflicto defensivo. Podría equipararse a la elaboración secundaria, que somete las imágenes del sueño a un guión “coherente”.
La racionalización encuentra grandes apoyos en la moral o el sentido común, ideologías, religiones, convicciones políticas, etc. El superyó refuerza así las defensas del yo. Se trata de un procedimiento de “camuflaje”, resultado de una coacción que tiende a mantener la unificación del yo.
Esta razón impuesta se opone al reconocimiento de la racionalidad de los fenómenos ligados al saber inconsciente, que supera al sujeto o se le escapa.
La construcción de “teorías” es propicia para la racionalización; esta no puede desbaratarse en la elaboración analítica salvo cuando esta misma elaboración es capaz de poner en cuestión lo que en ella deja huella de los efectos del inconsciente.
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