Lacan comenzó desde sus primeros trabajos a conferirle una gran importancia al rol del padre en la estructura psíquica.
En su artículo de 1938 sobre la familia, por ejemplo, describe el complejo de Edipo en relación con el hecho de que combina, en la figura del padre, dos funciones conflictivas: la protectora y la prohibitiva.
También es pionero en señalar la decadencia, en la sociedad contemporánea, de la imago paterna (padres ausentes o humillados) como causa de algunos rasgos psicopatológicos predominantes.
En parte, Lacan insistió en la importancia del padre, como reacción frente a la tendencia de Melanie Klein, y de los seguidores de la teoría de las relaciones objetales, a situar en el centro del psicoanálisis la relación madre-niño.
Por eso eligió subrayar continuamente el papel del padre como tercer término, imprescindible para mediar la relación dual (imaginaria) entre la madre y el niño, y así salvarlo a este de la psicosis y posibilitar su ingreso en la vida en sociedad.
El padre es más que un mero rival con el cual compite el sujeto por el amor de la madre; es el representante del orden social, de la Ley. Sólo identificándose con él, el sujeto logra ingresar a ese orden; por esto, la ausencia del padre es un factor tan importante en el origen de numerosas estructuras psicopatológicas.
Ahora bien, la pregunta central (que Lacan incluso considera vertebradora de toda la obra de Freud) es “¿Qué es un padre?”. Para responderla, subraya (por lo menos desde 1953) la necesidad de distinguir entre el padre imaginario, el padre simbólico y el padre real.
El padre imaginario es una imago, un compuesto de las construcciones imaginarias que el sujeto ha producido, en el fantasma, alrededor de la figura del padre. Esta construcción suele tener poca relación con el padre tal como es en la realidad; puede imaginarse como un padre ideal (prototipo de las figuras divinas en las religiones) o, al contrario, como el que le ha arruinado la vida al sujeto (el padre terrorífico de la horda primordial, que impone el tabú del incesto a sus hijos, agente de una privación fundamental).
En ambos casos, el padre imaginario es considerado omnipotente. Y, si subsume al padre simbólico, aparecen la psicosis y la perversión.
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