El complejo de Edipo es el conjunto organizado de los deseos (amorosos y hostiles) que el niño siente respecto de sus padres.
En su forma llamada “positiva”, se da como en la historia de Edipo Rey (en el cual, por supuesto, se ha inspirado su nombre): se desea la muerte del rival que es el personaje-padre del mismo sexo, y se desea sexualmente al personaje-padre del sexo opuesto. En su forma llamada “negativa”, se da justamente a la inversa: amor hacia el padre del mismo sexo, y odio y celos hacia el del sexo opuesto. Estas dos formas se encuentran, en diferentes grados, en la forma del complejo de Edipo llamada “completa”: hay toda una serie de casos mixtos en los que estas dos formas coexisten, en una relación dialéctica.
Según Freud (que lo menciona por primera vez en 1910, pero ya antes lo había difundido en el lenguaje analítico), el punto culminante del complejo de Edipo se da entre los tres y los cinco años (durante la fase fálica); su declinación señala la entrada en el período de latencia. Según Melanie Klein, hay un “complejo de Edipo temprano”, que sería “la relación edípica tal como la experimenta el bebé al comienzo de la posición depresiva. Se la experimenta en términos pregenitales antes de alcanzarse la genitalidad”.
Durante la pubertad, el complejo de Edipo, en cierta manera, se “revive”. Debe ser superado, con mayor o menor éxito, dentro de un tipo particular de elección de objeto, lo que permitirá el acceso a la genitalidad completa, más allá de lo biológico.
Precisamente, el complejo de Edipo tiene un rol fundamental en la estructuración de la personalidad y en la orientación del deseo humano. Diversas corrientes psicoanalíticas convirtieron este elemento en un eje fundamental de la psicopatología. La antropología psicoanalítica, por su parte, afirma la universalidad del complejo de Edipo, cosa que otras teorías han negado, habida cuenta de la diversidad de estructuras familiares realmente existentes.
Otra de las grandes cuestiones que hacen a este tema es la especificidad (o no) del Edipo femenino.
Lacan ha puesto el acento en que el complejo de Edipo no puede reducirse a una situación real, a la influencia ejercida efectivamente por la pareja parental sobre el niño. Su eficacia proviene de que hace intervenir una instancia prohibitiva (la del incesto) que cierra la puerta a la satisfacción buscada naturalmente, y une inseparablemente el deseo y la ley.
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