La puntuación es la operación mediante la cual, en una cadena significante, se produce sentido.
Antes de la puntuación, simplemente existe una cadena discursiva. El receptor es el que puntúa ese discurso y, de este modo, determina (retroactivamente) el sentido particular de un enunciado o conjunto de enunciados.
La puntuación de la cadena significante crea la ilusión de un sentido fijo: “La puntuación, una vez insertada, fija el sentido”, dice Lacan. Esto es esencial en la estructura de la comunicación, en donde, como se sabe, “el emisor recibe su propio mensaje del receptor, en forma invertida”.
(Esto no deja de relacionarse con la idea, propia de Jacques Derrida, de la diferancia, o diferimiento cuasi permanente del sentido; ya que, solamente con el “punto final”, que nunca llega, podría completarse realmente el sentido.)
La operación de puntuación se puede ejemplificar con dos situaciones.
En la relación madre-hijo, este, que todavía no ha adquirido el habla, sólo puede articular sus necesidades en una forma muy primitiva de demanda (sobre todo, llorando o gritando). Pero, como no hay modo de saber con total seguridad si esas expresiones son de hambre, dolor, cansancio, miedo, etc., es la madre quien las interpreta de un modo particular: determina retroactivamente su sentido.
La puntuación es también una de las formas que puede adoptar la intervención del analista; al puntuar el discurso del analizante de un modo inesperado, puede alterar retroactivamente el sentido de esa palabra. Esa puntuación podría demostrarle al sujeto que ha dicho más de lo que creyó haber dicho. El analista puede puntuar el discurso del analizante mediante el recurso de repetírselo (con otra entonación o en otro contexto); o bien con un momento de silencio, interrumpiéndolo o dando por terminada la sesión en un momento oportuno (aunque aparentemente arbitrario).
Esta última forma ha sido, y es, fuente de polémica en la historia del psicoanálisis, ya que contradice la práctica tradicional que estipula sesiones de una duración fija (por ejemplo, 50 minutos). La práctica lacaniana de sesiones de duración variable, o escandidas, fue una de las principales razones que dio la Asociación Psicoanalítica Internacional para excluir a Lacan.
Hoy, la técnica de la puntuación, y sobre todo tal como se expresa en las sesiones de duración variable, continúa siendo un rasgo propio del psicoanálisis lacaniano.
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