Mecanismo de defensa que consiste (muy básicamente) en atribuir a otras personas u cosas cualidades, deseos, sentimientos o emociones que el sujeto rechaza como propios y de los que se avergüenza. Es una forma particular de desplazamiento y tendría que ver con estilos de funcionamiento paranoides. Sin embargo, también debe considerarse que la proyección es necesaria para la diferenciación yo-no yo, porque gracias a ella se expulsa todo lo displacentero, y se percibe lo placentero como perteneciente al yo. De ahí que sea frecuente encontrarla en el pensamiento infantil y en el “primitivo”.
Freud describe la proyección, en principio, como una defensa primaria que constituiría un abuso de un mecanismo normal: situar “afuera” el origen del displacer.
También se ha utilizado el concepto con un alcance más amplio: proyección de percepciones anteriores que influyen sobre percepciones actuales, o bien de percepciones interiores que influyen sobre percepciones sensoriales.
El paranoico proyecta sus representaciones intolerables; estas vuelven a él desde fuera, en forma de reproches: “El contenido efectivo permanece intacto, pero hay un cambio en el emplazamiento del conjunto”, dice Freud. Pero la proyección sólo es una parte del mecanismo de la defensa paranoica y no está igual de presente en todas las formas de esa enfermedad.
En 1915, Freud describe el conjunto de la construcción como una “proyección”, en lo real, del peligro pulsional: “El yo se comporta como si el peligro de desarrollo de la angustia no viniera de una moción pulsional, sino de una percepción, y en consecuencia puede reaccionar frente a este peligro exterior mediante las tentativas de huida que representan las precauciones fóbicas”.
Otro ejemplo de esta noción son los “celos proyectivos”, que Freud distingue de los celos “normales” (y también del delirio celotípico paranoico): el individuo se defendería de sus deseos de ser infiel atribuyendo la infidelidad a su cónyuge; al hacer esto, desvía su atención de su propio inconsciente, la desplaza hacia el inconsciente del otro, y lo que gana de “clarividencia” en lo que concierne al otro se equipara a su ignorancia respecto de sí mismo.
Por otro lado, en diversos momentos, Freud insistió en el carácter extendido del mecanismo de la proyección, y la registró en la superstición, la mitología, el animismo, la religión misma en general.
Como consecuencia, podría concluirse que es imposible (además de ineficaz y no pertinente) afirmar que la proyección siempre es una percepción errónea o un proceso sin fundamento “real”.
Ver también:
Proyección, segunda parte
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