En neurofisiología y en psicología, el término “proyección” se emplea, en un sentido muy general, para describir el procedimiento por medio del cual un hecho neurológico o psicológico se desplaza y se ubica en el exterior, pasando del centro a la periferia o del sujeto al objeto. La palabra y su concepto tienen hoy un uso muy extenso en diversas áreas, lo cual implica desde ya ciertas ambigüedades.
Se puede hablar de proyección en un sentido que deriva de la geometría, donde designa una correspondencia punto por punto entre (por ejemplo) una figura en el espacio y otra plana. Se dice, entonces, que una zona cerebral constituye la proyección de un aparato somático, receptor o efector: habría una correspondencia a establecer según leyes definidas, punto por punto o de estructura a estructura, y tanto en una dirección centrípeta como centrífuga.
Otro movimiento podría ser del centro a la periferia. En psicofisiología, se dice, por ejemplo, que las sensaciones olfativas se localizan, por proyección, en el nivel del aparato receptor. (En un sentido similar, Freud hablaba de una “sensación de comezón o de excitación proyectada en la zona erógena periférica”.).
Los rasgos esenciales de la personalidad de un sujeto pueden aparecer en su comportamiento manifiesto. Esto fundamenta las técnicas diagnósticas llamadas “proyectivas”: el dibujo de un niño revela datos sobre su personalidad o sus sentimientos; los tests proyectivos propiamente dichos (por ejemplo, el famoso Rorschach) permiten “descifrar” ciertos rasgos de carácter del sujeto o sistemas de organización de su conducta y de sus emociones, etc.
También se dice, con cierta frecuencia, que el lector de novelas “se proyecta” en este o aquel personaje (generalmente, el protagonista). Esta noción, aunque imprecisa, podría remitir más bien a lo que en psicoanálisis se llama “transferencia” (aunque Freud nunca asimiló ambos conceptos).
En el psicoanálisis freudiano, la proyección parece encontrar su principio más general en la concepción de la pulsión. Si el organismo se halla sometido a dos tipos de excitaciones generadoras de tensión —unas de las que puede huir y protegerse, y otras de las que no puede huir y frente a las que no existe un aparato protector—, la proyección aparece como el medio de defensa originaria frente a excitaciones internas que, por su gran intensidad, se convierten en excesivamente displacenteras: el sujeto las proyecta al exterior, lo que le permite huir y protegerse de ellas.
Queda por verse si la proyección es un proceso absolutamente simétrico al de la introyección.
Ver también:
Proyección, primera parte
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