Grinder y Bandler estudiaron a los grandes comunicadores de su época, para inferir de ellos las técnicas que los llevaban al éxito. Fueron los que impusieron el aserto o principio básico de la comunicación: “Es imposible no comunicar”. Lo que implica, entre otras cosas, que hasta el silencio comunica y que somos responsables de lo que comunicamos, en el sentido de que tenemos en nuestras manos la posibilidad de comunicar mejor o peor.
Las palabras no son un mero reflejo pasivo de la realidad; en cierto sentido, la crean, la construyen; dibujan un “mapa” (concepto clave de la PNL) de ella. Reconocer esos mapas (los nuestros y los de los demás), sus fortalezas y sus debilidades, es uno de los objetivos del trabajo a través de la PNL. Reconocerlos para cambiar lo que en ellos esté mal; es decir, lo que no está resultando bien para nuestros propósitos.
Todos tenemos un “modelo del mundo”; la PNL nos ofrece otro, alternativo, basado en una mejor comunicación interpersonal. Es como un nuevo software que deberíamos incorporar al hardware que es nuestro cerebro.
El modelo de comunicación propuesto por la PNL se basa en algunas presuposiciones o principios: una persona no puede no comunicarse; recibimos información a través de los cinco sentidos, pero le damos significado según lo que entendemos de lo que percibimos; no existen fracasos en la comunicación, sólo resultados; siempre hay dos niveles de comunicación, consciente e inconsciente; toda comunicación tiene una intención positiva, aunque no se logre; “el mapa no es el territorio”; el significado de nuestra comunicación es la respuesta que recibimos, no lo que esperábamos transmitir; rapport es el encuentro de las personas en un mismo modelo del mundo; para conocer bien las respuestas, es necesario mantener los canales limpios y abiertos; si lo que hicimos hasta ahora no funciona, hay que hacer otra cosa (y aquí entra la PNL…).
Deja un comentario
Lo siento, tenés que estar conectado para publicar un comentario.