La Programación Neurolingüística (PNL) es, desde su origen, un modelo de comunicación interpersonal que se centra fundamentalmente en la relación que habría entre los comportamientos exitosos y las experiencias subjetivas, o los modelos de pensamiento, que subyacen en ellas.
De ser una filosofía, o una corriente de ideas, pasó en la actualidad a constituirse en una “terapia alternativa” dirigida a que los pacientes se enfoquen en la autoconciencia y en una comunicación eficaz, cambiando para ello sus modelos de conducta global.
La PNL es también considerada una ciencia e incluso un arte. Tuvo su origen en California, a fines de los años sesenta, de la mano del genial pensador Gregory Bateson, especialista en psicología, comunicación y muchas cosas más. Fue continuada (o más bien llevada a su “madurez”, como PNL propiamente dicha) por algunos de sus colaboradores, como Richard Bandler y John Guinder. Hoy la PNL se aplica a psicoterapia, educación, leyes, medios, autoayuda, negocios y, en general, a toda actividad en la que esté involucrada la comunicación interpersonal.
Como enfoque terapéutico, la PNL estudia cómo los individuos se comunican consigo mismos de manera que generen estados de máxima disponibilidad de sus recursos propios, y creen así las condiciones de posibilidad para lograr los resultados deseados.
Una parte fundamental de la PNL es el registro de los patrones mentales de las personas, para facilitarles el conocimiento de sus procesos de codificación-decodificación de la información, lo cual a su vez debería optimizar su capacidad para comunicarse. Se trata de adquirir conciencia de las potencias y los límites del lenguaje, para usarlo mejor en la consecución de logros comunicacionales y generales. Descubrir los “metaprogramas” con los que el sujeto funciona subconscientemente y que han sido creados en él por las circunstancias que ha vivido.
De aquí el nombre de la disciplina. La “programación” implica trabajar con esos metaprogramas; en lo cual están involucrados la parte neurológica de nuestro organismo (cómo filtra lo que percibimos) y el lenguaje, en sentido amplio (incluyendo lo verbal y lo paraverbal), como medio de comunicación por excelencia.
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