El término deriva del griego (para = contra, y noos = espíritu) y, en general, designa la locura clásica, en el sentido de delirio y enajenación. Ya en la psiquiatría tradicional, anterior a Freud, la paranoia, junto con la esquizofrenia y la psicosis maníaco-depresiva, fue una de las tres formas de la psicosis en general. Se caracterizaba como un delirio sistematizado (sin deterioro intelectual progresivo), que incluía los delirios de persecución, de grandeza, de celos, y hasta la erotomanía.
Freud
Freud retomó hasta cierto punto este sentido del término en 1911, cuando caracterizó la paranoia como una defensa contra la homosexualidad. Pero eludió la cuestión de las clasificaciones y situó las ideas delirantes junto con las ideas obsesivas. Su definición de la paranoia se inspiraba en su concepción de la defensa histérica: “La paranoia crónica en su forma clásica es un modo patológico de defensa, como la histeria, la neurosis obsesiva y los estados de confusión alucinatoria. Las personas se vuelven paranoicas porque no pueden tolerar ciertas cosas -naturalmente, siempre y cuando su psiquismo esté predispuesto-.”
Agregó un mecanismo de proyección (por el que el paranoico se defiende de una representación inconciliable con el yo, proyectando su contenido en el mundo externo) y una definición de las formas del delirio: los paranoicos “aman su delirio como se aman a sí mismos, ése es todo el secreto”.
En el contexto de una ardua polémica con Jung y Bleuler, en la terminología freudiana la paranoia pasó a ser el paradigma de la organización de las psicosis en general. A los delirios de grandeza, de persecución, de interpretación, y el autoerotismo, Freud añadió dos elementos: la paranoia podía definirse como una defensa contra la homosexualidad, y el paranoico, a su vez, ya no era considerado un enfermo mental.
Para Freud, entonces, conocimiento que el loco tiene de sí mismo, aun siendo “delirante”, puede ser tan “verdadero” como el conocimiento “racional” del médico.
Klein
Posteriormente, la escuela kleiniana elaboró una concepción de la paranoia relacionándola con un proceso arcaico en el que no aparecía ya el componente homosexual. Todo individuo pasa en su infancia por una fase psicótica (posición esquizoparanoide), en tanto la psicosis se define como una fijación o regresión a un estadio primario.
En un desarrollo sobre la paranoia, continuador y a la vez paralelo al freudiano, en 1932 apareció la tesis de Jacques Lacan titulada De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad. El autor volverá varias veces sobre este tema en elaboraciones posteriores.
Lacan
Mientras que Freud siempre trató de situar la “locura” clásica en el marco de la neurosis (o bien, en el de una concepción de la psicosis que se apartara del discurso psiquiátrico), Lacan siempre se interesó mucho más en ese ámbito ambiguo de la locura que en las patologías “comunes”. Entre las psicosis, la paranoia fue para él el paradigma de la locura en general, ya que estaba fascinado por la lógica del discurso paranoico; incluso, en su visión, la cura psicoanalítica debía llegar a asemejarse a una paranoia dirigida. Es decir que, como su maestro Freud, vinculó homosexualidad y conocimiento. Y consideró la erotomanía un componente crucial de la paranoia.
Las teorías de Lacan se basarán en dos puntos fundamentales: el narcisismo y el Nombre-del-Padre.
Su elaboración apunta a extraer las consecuencias lógicas de la hipótesis de la forclusión del Nombre-del-Padre, como responsable del “agujero” del orden significante en el que se precipita el delirio.
La originalidad de este intento lacaniano consiste en relacionar la producción imaginativa del psicótico con la descomposición del registro simbólico. Lacan sigue a Freud para suponer en su origen la puesta fuera de juego del Nombre-del-Padre. Introduce la función de una metáfora que se realiza “en el Nombre-del-Padre”. Es decir, confiere una suerte de trascendencia al Padre, que está llamado a constituirse en el Otro.
Como consecuencia, la elucidación del proceso paranoico recurre a la confrontación de dos diagramas: el primero (diagrama de la normalidad) inserta el campo de la realidad entre los dominios respectivos de lo imaginario y lo simbólico; el segundo permite asistir a la deriva de las posiciones anteriormente fijadas en torno a las hiancias, donde se consumen el Falo (imaginario) y el Padre (simbólico).
Habría que profundizar en un paralelo entre tales esquemas (“que comparten el exceso al que se obliga a toda formalización que quiere presentarse en lo intuitivo”) y la puesta en escena trágica, donde nació la palabra “paranoia”.
Deja un comentario
Lo siento, tenés que estar conectado para publicar un comentario.