Lacan utilizó la palabra “real” como sustantivo, por primera vez, en un artículo publicado tan tempranamente como 1936. Pero, a lo largo de su extensa obra, el concepto fue cambiando de sentido y profundizándose progresivamente.
Al principio, para Lacan, lo real aparecía simplemente como opuesto a la imagen, situado en el ámbito del ser, más allá de las apariencias. Sin embargo, dado que ya en ese entonces distinguía entre lo real y lo verdadero, se puede sospechar que existía cierta ambigüedad productiva en el concepto mismo.
A partir de 1953, el término vuelve por sus fueros, pero ya convertido en algo crucial: uno de los tres órdenes según los que se pueden describir los fenómenos psicoanalíticos (y la misma experiencia psíquica, por así decir), junto con el orden simbólico y el orden imaginario.
Lo real ya no estaría simplemente opuesto a lo imaginario, sino también ubicado más allá de lo simbólico. A diferencia de este, que está constituido con oposiciones (como la de presencia y ausencia, que implica que algo pueda faltar en lo simbólico), “no hay ausencia en lo real… está siempre en su lugar: lo lleva pegado a los talones, ignorante de lo que podría exiliarlo de allí”.
Mientras que lo simbólico es un conjunto de elementos discretos diferenciados (los significantes), lo real es en sí mismo indiferenciado, “sin fisuras”.
En este período 1953-1955, lo real aparece como lo que está fuera del lenguaje, inasimilable a la simbolización, “lo que resiste la simbolización absolutamente”. Lo real es “lo imposible”, porque es imposible de imaginar, imposible de integrar en el orden simbólico e imposible de acceder de manera alguna.
Lo real tiene también connotaciones materiales; implica una sustancia material que subtiende lo imaginario y lo simbólico, todo lo cual lo vincula con el reino de la biología y con el cuerpo en su fisicalidad (que se opone a las funciones
corporales imaginarias y simbólicas). Por ejemplo, el padre real es el padre biológico, el falo real es el pene físico, etc.
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