En los seminarios de 1962-1963 y 1964, Lacan define el objeto a como el resto que deja la introducción de lo simbólico en lo real.
En el seminario de 1969-1970, agrega que, en el discurso del amo, un significante trata de representar al sujeto para todos los otros significantes, pero siempre se produce un excedente; este es el objeto a, un sentido o un goce excedentes (“plus de gozar”). Este concepto está inspirado en la noción marxista de plusvalía; a es el exceso de goce que no tiene “valor de uso”, pero persiste por la pura justificación del goce.
En 1973, Lacan vincula el objeto a al concepto de semblante, y afirma que a es un “semblante del ser”. En 1974, lo va a ubicar en el centro del nudo borromeo, donde se intersectan los tres órdenes.
El objeto a se crea en ese espacio que la demanda (es decir, el lenguaje) abre más allá de la necesidad que la motiva; por ejemplo, ningún alimento puede “satisfacer” la demanda del seno; y este se hace más precioso para el sujeto que la satisfacción misma de su necesidad, ya que es la condición absoluta de su existencia en tanto sujeto deseante.
El objeto a responde y aparece en este lugar de la verdad para el sujeto, en todos los momentos de su existencia: en el nacimiento, antes de todo deseo, en la constitución del fantasma, en la experiencia amorosa, en el acto sexual, en el afecto, en el duelo, en la vergüenza, en la angustia, en el pasaje al acto suicida.
En el seminario La ética del psicoanálisis (1960), Lacan retoma de Freud la expresión alemán “das Ding”: la cosa, más allá de todos sus atributos, el Otro primordial (la madre) como lo real extraño en el corazón del mundo de las representaciones del sujeto, a la vez interior y exterior; real también por inaccesible, perdido a causa del acceso al lenguaje.
La teorización del objeto transicional, por parte de D. W. Winnicott, fue aprobada por Lacan como emblema del objeto a, reconociendo allí la paradoja del espacio que este objeto crea, “campo de la ilusión” que no es interior ni exterior al sujeto.
En el seminario Real, simbólico, imaginario (1974), el objeto a aparece de una forma renovada: es el punto de encaje por el cual los tres registros de la subjetividad revelan poder sostenerse juntos en la presentación del nudo borromeo.
Si el significante está en lo simbólico, el objeto a, en tanto letra, está en lo real. El objeto a es, entonces, el objeto del psicoanálisis, y los psicoanalistas tienen a su cargo (en parte) el tratamiento de la letra.
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