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El Complejo de Castración en Freud y Lacan

El complejo de castración se trata de un conjunto de efectos psíquicos, en su mayoría inconscientes, que se derivan de la amenaza de castración en el hombre y de la ausencia de pene en la mujer.

Es una de las nociones fundamentales del psicoanálisis y ha sido objeto de extensas elaboraciones tanto en la teoría freudiana como en la lacaniana.

¿Cuál es la relevancia de este complejo en la formación subjetiva? ¿De qué manera influye en la estructuración del deseo y de la identidad sexual?

Para abordar estas cuestiones, es necesario examinar cómo Freud conceptualizó el complejo de castración y cómo Lacan reformuló esta problemática dentro de su teoría del significante. A lo largo de este artículo, analizaremos el desarrollo de esta idea en ambos autores, explorando sus implicaciones para la clínica y la teoría psicoanalítica.


Freud y el Complejo de Castración: Orígenes y Desarrollo

El término “castración” proviene del latín castratio y originalmente designaba la operación de privar a un hombre o a un animal de sus glándulas genitales. En el psicoanálisis freudiano, la castración no es un hecho físico, sino una amenaza simbólica que deja huellas profundas en la psique del sujeto.

Freud introduce el concepto de complejo de castración para describir el miedo inconsciente que experimentan los niños cuando descubren la diferencia anatómica de los sexos: los varones tienen pene, mientras que las niñas carecen de él. Para el niño, cuyo pene es el principal órgano autoerótico, resulta inconcebible la idea de que alguien similar a él carezca de tal atributo.

La amenaza de castración y su impacto psíquico

La amenaza de castración suele provenir de la figura paterna o de una autoridad parental, generalmente como respuesta a la masturbación infantil. Esta amenaza genera una reacción de angustia en el niño, que oscila entre el espanto y la rebelión, dependiendo del valor que le otorga a su miembro.

Sin embargo, Freud señala que la amenaza en sí misma no es suficiente para instaurar el complejo de castración. Es la confrontación con los genitales femeninos lo que realmente lo desencadena. En este punto, el niño enfrenta la posibilidad real de la castración y, para preservar su integridad, se ve obligado a reprimir sus impulsos sexuales. Esta represión marca el inicio de la fase de latencia y el final del complejo de Edipo, ejerciendo una función normalizadora.

Consecuencias para la sexualidad adulta

La normalización del deseo no siempre es completa. Algunos niños no renuncian a su sexualidad infantil, persisten en la masturbación o mantienen una actividad fantasmática edípica intensa, lo que puede comprometer su futura vida sexual. Freud enfatiza que el complejo de castración no solo afecta a los varones, sino también a las mujeres, aunque de manera diferente.

En las niñas, la castración simbólica se traduce en la envidia del pene. Esta envidia puede derivar en un deseo de poseer un pene o, en su evolución más “normal”, en el deseo de tener un hijo. Así, el complejo de castración orienta a la mujer hacia la heterosexualidad y al amor por el padre.

Sin embargo, Freud reconoce que el renunciamiento total a los deseos infantiles no siempre es posible. La envidia del pene puede permanecer latente en el inconsciente femenino, manifestándose en celos o depresión. En los hombres, la angustia de castración puede generar conflictos con la autoridad paterna, afectando tanto su vida social como sus relaciones de pareja.


Lacan y la Castración Simbólica

Jacques Lacan reformula el complejo de castración desde una perspectiva estructuralista y lingüística. Para él, la castración no es un “complejo” en el sentido freudiano, sino una operación simbólica que estructura al sujeto.

El significante fálico

Lacan introduce la idea de que el falo no es un órgano anatómico, sino un significante. El niño, tanto varón como mujer, desea ser el falo para captar el deseo materno en la primera fase del Edipo. En la segunda fase, la interdicción del incesto es impuesta por la figura del padre simbólico, quien introduce la ley del lenguaje y del deseo.

La tercera fase se caracteriza por la aparición del padre real, quien es percibido como el poseedor del falo. En este punto, el niño renuncia a su deseo de ser el falo y se identifica con el padre, mientras que la niña aprende que debe buscar el falo en el otro.

Castración y la imposibilidad de la relación sexual

En el Seminario 20 Aún de 1972, para Lacn, la castración no solo marca la inscripción del sujeto en el orden simbólico, sino que también funda la imposibilidad de la relación sexual. En su Seminario 20, Aún, plantea que no hay una escritura lógica que pueda formular la relación entre los sexos. La castración introduce una falta estructural en el sujeto hablante, lo que impide que la relación sexual sea plenamente armoniosa.


Conclusión

El complejo de castración en Freud y Lacan representa una de las nociones más complejas y debatidas del psicoanálisis. Mientras que Freud lo concibe como un momento crucial en la estructuración de la sexualidad infantil y adulta, Lacan lo reformula en términos de la inscripción del sujeto en el orden simbólico.

Las implicaciones clínicas de esta teoría son vastas: desde los conflictos neuróticos hasta las dificultades en la identidad de género y la relación con el deseo. ¿Cómo seguimos pensando hoy la castración en un mundo donde las categorías de género y sexualidad han cambiado radicalmente? La pregunta sigue abierta.


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