¿Qué es la Catexis?
La catexis (o catexia) es un concepto clave dentro del psicoanálisis que hace referencia a la carga de energía psíquica que se encuentra unida a una representación, un grupo de representaciones, una parte del cuerpo, un objeto o una idea.
El término original en alemán, Besetzung, utilizado por Sigmund Freud, puede traducirse como “investidura” u “ocupación”, lo que implica una concentración de energía en determinados elementos de la vida psíquica.
Freud empleó este concepto para describir cómo ciertos recuerdos, pensamientos o emociones pueden estar investidos con una cantidad variable de energía psíquica. Pero, ¿cómo afecta esta dinámica a nuestro psiquismo y a nuestras experiencias cotidianas?
Catexis: El Misterioso Flujo de Tu Energía Mental que Determina Tus Emociones y Relaciones
¿Alguna vez te has preguntado por qué ciertos recuerdos te conmueven hasta las lágrimas mientras que otros, aparentemente más importantes, te dejan completamente indiferente? ¿O por qué hay días en los que te sientes completamente agotado sin haber hecho nada físicamente demandante? La respuesta podría estar en un concepto fascinante que Sigmund Freud desarrolló hace más de un siglo: la catexis.
Imagínate por un momento que tu mente es como una red eléctrica compleja, donde la energía fluye constantemente de un punto a otro. A veces se concentra intensamente en ciertos “lugares” —una persona, un recuerdo, una preocupación— y otras veces se distribuye más equilibradamente. Esta energía psíquica que se adhiere a nuestros pensamientos, emociones y experiencias es precisamente lo que llamamos catexis.
El término original que usaba Freud era Besetzung, una palabra alemana que significa “ocupación” o “investidura”. Piénsalo como cuando dices que alguien está “muy metido” en un proyecto o “obsesionado” con algo. Freud se refería exactamente a eso: cómo nuestra energía mental ocupa ciertos contenidos de nuestra vida psíquica con mayor o menor intensidad.
Pero aquí viene lo interesante: esta distribución de energía no siempre es lógica ni consciente. Es como si tu mente fuera un inversor emocional que a veces toma decisiones aparentemente irracionales sobre dónde colocar sus recursos.
Te doy un ejemplo cotidiano. María, una de mis pacientes, me contaba cómo podía recordar perfectamente cada detalle de una discusión menor que tuvo con una compañera de trabajo hace dos años, pero no lograba recordar momentos importantes de su boda. ¿Qué había pasado? Su energía psíquica se había concentrado intensamente en esa experiencia conflictiva, mientras que los recuerdos felices habían recibido una “inversión emocional” mucho menor debido a procesos inconscientes complejos.
La catexis nos ayuda a entender por qué algunas experiencias “nos marcan” más que otras, y no siempre tiene que ver con su importancia objetiva. A veces, como descubrió Freud observando a sus pacientes con histeria, la energía se desplaza de su lugar original hacia representaciones aparentemente menos significativas. Es como si nuestro sistema emocional jugara una especie de “teléfono descompuesto” consigo mismo.
En el proceso terapéutico, uno de los objetivos es precisamente ayudar a las personas a reconectar esos cables cruzados. Cuando un paciente logra expresar emociones que habían quedado “atrapadas” en experiencias del pasado —lo que Freud llamaba abreacción— es como si liberara esa energía para que pueda fluir más naturalmente.
Freud desarrolló estas ideas inicialmente al trabajar con la histeria, pero pronto se dio cuenta de que la catexis era fundamental para entender cómo funciona toda nuestra vida mental. En su obra “La interpretación de los sueños”, mostró cómo esta energía se mueve entre diferentes niveles de conciencia: el inconsciente, el preconsciente y el consciente. Como decía Freud: “El inconsciente es el verdadero psíquico real”, y es precisamente allí donde muchas de estas cargas energéticas operan sin que nos demos cuenta.
Imagina tu mente como una empresa con tres departamentos. El ello sería como el departamento de recursos, generando constantemente nueva energía desde nuestras necesidades y deseos más básicos. El yo actuaría como el gerente, tratando de distribuir esa energía de manera práctica y socialmente aceptable. Mientras que el superyó sería como el departamento de compliance, asegurándose de que todo se mantenga dentro de nuestros valores morales.
La forma en que distribuimos esta energía tiene consecuencias reales en nuestra vida diaria. Pensemos en el duelo, por ejemplo. Cuando perdemos a alguien querido, es como si gran parte de nuestra energía psíquica quedara “invertida” en esa persona que ya no está. Por eso nos sentimos tan agotados y sin interés en otras cosas. No es que seamos perezosos o que no nos importen nuestras responsabilidades; es que literalmente tenemos menos energía disponible para el resto de nuestras experiencias.
Carlos, otro paciente, me explicaba cómo después de la muerte de su padre no podía concentrarse en el trabajo, no disfrutaba actividades que antes le encantaban, y se sentía como “en piloto automático”. Su energía psíquica seguía fuertemente catectizada —como decimos técnicamente— en la figura paterna, y necesitaba tiempo y trabajo terapéutico para poder gradualmente “des-investir” esa energía y redirigirla hacia el presente.
En la depresión observamos algo similar pero diferente. Es como si la persona hubiera retirado su inversión emocional del mundo externo y la hubiera dirigido hacia adentro, pero de una manera que la debilita en lugar de fortalecerla. Es como un inversor que, por miedo a perder, guarda todo su dinero debajo del colchón: técnicamente está “seguro”, pero no genera ningún rendimiento.
Por el contrario, en los estados obsesivos vemos lo opuesto: una cantidad desproporcionada de energía se fija en pensamientos o comportamientos específicos. Es como si toda la electricidad de la casa se concentrara en una sola habitación, dejando al resto en penumbras.
Algunos colegas han propuesto que la catexis podría ser el puente entre el psicoanálisis y las neurociencias modernas. Después de todo, sabemos ahora que el cerebro efectivamente distribuye recursos energéticos de manera diferencial, que ciertos circuitos neuronales pueden estar más o menos “activados”, y que los patrones de conectividad cerebral cambian según nuestros estados emocionales. Aunque Freud nunca estableció conexiones directas con la neurobiología —las herramientas de su época no se lo permitían— su intuición sobre el flujo energético en la mente resulta sorprendentemente compatible con lo que hoy sabemos sobre el funcionamiento cerebral.
Sin embargo, más allá de estas especulaciones neurocientíficas, la catexis sigue siendo una herramienta clínica invaluable. Me permite entender, por ejemplo, por qué Laura llega a sesión completamente agotada después de pasar el fin de semana con su familia, aunque no haya hecho nada particularmente extenuante. Su energía psíquica se ve constantemente demandada por dinámicas familiares complejas, dejándola sin recursos para otras áreas de su vida.
O por qué Andrés, un adolescente brillante, de repente comenzó a tener problemas académicos justo cuando sus padres iniciaron el proceso de divorcio. Su capacidad de concentración —que requiere una distribución equilibrada de energía psíquica— se vio afectada porque gran parte de sus recursos mentales estaban ocupados procesando la situación familiar.
La catexis nos muestra que la energía psíquica es dinámica, no estática. Fluye, se redistribuye, se concentra y se dispersa según nuestras experiencias, conflictos, deseos y miedos. Es como un río que constantemente cambia su curso según el paisaje que encuentra.
Esta comprensión tiene implicaciones profundas para cómo entendemos el bienestar psicológico. No se trata solo de “pensar positivo” o “superar” ciertos problemas, sino de comprender cómo estamos distribuyendo nuestros recursos emocionales y si esa distribución nos está sirviendo o limitando.
Entonces, la próxima vez que te sientas inexplicablemente cansado, o cuando notes que no puedes dejar de pensar en algo aparentemente trivial, o cuando te des cuenta de que ciertos temas te “tocan” más que otros, pregúntate: ¿dónde está yendo mi energía psíquica? ¿Esta inversión emocional me está ayudando a crecer o me está manteniendo atascado?
La catexis nos enseña que, en el fondo, todos somos gestores de nuestra propia energía mental. Y como cualquier buen gestor, necesitamos desarrollar la conciencia de dónde y cómo estamos invirtiendo nuestros recursos más preciados: nuestros pensamientos, emociones y atención. Porque al final del día, la forma en que distribuimos nuestra energía psíquica no solo determina cómo nos sentimos, sino también cómo nos relacionamos con el mundo y con nosotros mismos.

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