A partir de la década de 1950, Jacques Lacan utiliza cada vez más el término “cadena”. Al principio, no habla de la cadena significante sino de la cadena simbólica, queriendo indicar una “línea de descendencia” en la cual cada sujeto está inscrito incluso antes de su nacimiento (y después de su muerte), y que influye inconscientemente en su destino. También hace referencia a la “cadena del discurso”, de manera equivalente.
En 1957 propone por primera vez “cadena significante” para referirse a una serie de significantes vinculados entre sí.
Lacan habla de la cadena significante con metáforas lineales, a la manera de Saussure (para el cual la linealidad era uno de los dos “principios” fundamentales del signo, junto con la arbitrariedad).
La idea de linealidad sugiere que la cadena significante es la corriente de la palabra, en la cual los significantes se combinan según leyes gramaticales (en las relaciones que Saussure llamó “sintagmáticas”, y que Lacan, siguiendo a otro gran lingüista, Roman Jakobson, ubica en el eje metonímico del lenguaje).
Pero también usa metáforas circulares, comparando la cadena de significantes con
“los eslabones de un collar que es eslabón en otro collar hecho de eslabones”.
En este caso, la idea de circularidad implica que la cadena es una serie de significantes vinculados por asociaciones libres, como un camino que se abre en la red de significantes que constituye el mundo simbólico del sujeto (Saussure llama a estas relaciones “asociativas”, o “paradigmáticas”, y Lacan, siguiendo a Jakobson, las sitúa en el eje metafórico del lenguaje).
En verdad, la cadena significante es ambas cosas: en su dimensión diacrónica (el eje histórico, dinámico, cambiante, según Saussure), es lineal, sintagmática, metonímica; en su dimensión sincrónica (el eje estático), circular, asociativa, metafórica. Las dos dimensiones se cruzan.
Así, Lacan reúne los dos tipos de relaciones (sintagmáticas y asociativas) que, según Saussure, existen entre los signos de la lengua, aunque para aquél estas relaciones no se establecen entre signos sino entre significantes.
Una cadena significante no puede completarse nunca, porque siempre es posible añadirle otro significante, ad infinitum (como Mijaíl Bajtín afirmó respecto del “enunciado”). Esto expresaría la índole eterna del deseo; este es metonímico porque la cadena sólo produce sentido en un desplazamiento (no en una condensación, metafórica): la significación no está presente en ningún punto de esa cadena, el sentido “insiste” en el movimiento de un significante a otro.
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