Lacan utiliza la dialéctica (de origen hegeliano) del amo y del esclavo en su teorización del “discurso del amo” (maitre, en francés; master, en inglés). En este discurso, el amo es el significante amo que pone a trabajar al esclavo para que produzca un excedente (o plusvalía) de la cual aquel pueda apropiarse.
El significante amo es lo que representa a un sujeto para todos los otros significantes; el discurso del amo sería, entonces, un intento de totalización; pero este intento siempre fracasa, porque el significante amo nunca puede representar al sujeto completamente: siempre habrá algún excedente que escape a la representación.
La “dialéctica del amo y el esclavo” fue elaborada por Hegel en la Fenomenología del espíritu (1807). Para adaptarla a sus fines, Lacan empleó largamente la interpretación de Alexandre Kojève.
Según este, la dialéctica del amo y el esclavo es un resultado inevitable del hecho de que el deseo humano es deseo de reconocimiento. Para lograrlo, el sujeto debe imponer a otro la idea que él tiene de sí mismo. Pero, dado que este también desea reconocimiento, tiene que hacer lo mismo; por ende, el sujeto se ve obligado a luchar con él. Esta lucha por el reconocimiento tiene que ser “a muerte”, ya que sólo arriesgando su vida uno puede demostrar que es realmente humano. Pero esta lucha tiene que detenerse antes de la muerte de uno de los combatientes, ya que el reconocimiento solo puede ser otorgado por un ser vivo. Así que termina cuando uno de los dos renuncia a su deseo de reconocimiento y se rinde al otro, reconociéndolo como a su “amo” y convirtiéndose en su “esclavo”. La sociedad humana sólo es posible porque algunos “aceptan” convertirse en esclavos: una comunidad de amos es imposible.
Después de su victoria, el amo pone al esclavo a trabajar para él. El esclavo transforma la naturaleza para que el amo pueda disfrutarla; pero la victoria no es tan absoluta: el reconocimiento logrado por el amo es insatisfactorio, ya que se lo otorga sólo un esclavo; por otro lado, el esclavo es compensado (parcialmente) de su derrota porque, trabajando, se eleva por sobre la naturaleza al transformarla y se transforma a sí mismo como autor de su propio destino (a diferencia del amo, que sólo se transforma a través de la mediación del trabajo del otro). Como consecuencia paradójica, el progreso histórico es producto del esclavo que trabaja, y no del amo belicoso.
En Lacan, la lucha por el puro prestigio ejemplifica la naturaleza intersubjetiva del deseo: en este, lo importante es ser reconocido por un otro.
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