La amnesia es un trastorno del funcionamiento de la memoria; durante su transcurso, el individuo es incapaz de conservar o recuperar información almacenada con anterioridad en su memoria. Las causas de la amnesia pueden ser orgánicas (involucran daño en el cerebro, provocado por enfermedades o traumas, o bien por uso de drogas, generalmente sedantes) o funcionales (causadas por factores psicológicos, como mecanismos de defensa; la amnesia histérica postraumática es un ejemplo de esto último).
Hay una amnesia transitoria global (TGA, por sus siglas en inglés) que se da con mayor frecuencia en personas que están en la mediana o la tercera edad, en particular varones (usualmente, dura menos de 20 horas). El consumo excesivo de alcohol en un tiempo muy breve puede provocar un fenómeno de bloqueo de la memoria, similar a la amnesia.
En el psicoanálisis, la amnesia adquirió muy tempranamente un valor de síntoma, por su dependencia de la teoría traumática de la represión histérica. Freud le otorgó el estatus de categoría operatoria esencial en el conjunto de su pensamiento, con la emergencia de su nueva concepción de la memoria, fundada en el registro de las huellas. Desde esta perspectiva, la amnesia aparece, en efecto, como corolario de la incapacidad que tiene una huella, registrada en una capa del psiquismo, para ser trasladada a otra capa.
Esta primera versión del registro remite a las singularidades de la memoria histérica y a la influencia (estructural) de la represión. Además, estaba destinada a servir de base a una genealogía de las zonas erógenas; el fenómeno de la amnesia será presentado como corolario estructural de esta genealogía.
En La interpretación de los sueños, Freud escribe: “He propuesto la idea de que esta capacidad inhabitual debería relacionarse con la actividad de dos sistemas diferentes (órganos del aparato psíquico). Poseeríamos un sistema Ps-Cs, que recibe las percepciones pero no conserva huellas durables de ellas, de manera que para cada nueva percepción puede comportarse como una hoja virgen. Las huellas durables de las excitaciones recibidas se producirían en los ‘sistemas mnémicos’ ubicados detrás de él”. La continuidad de este modelo, a través del desarrollo posterior del psicoanálisis, se confirma en 1925, en el artículo “Nota sobre la pizarra mágica”; en este, la superposición de esas capas se compara con la del montaje de ese pequeño dispositivo (la “pizarra mágica”) que permite imprimir o borrar, por desprendimiento, una impresión dejada sobre un material blando y, al principio, visible por transparencia.
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