El “mobbing” o “acoso moral”, según la definición de la psiquiatra Marie-France de Hirigoyen, que creó el término, es un conjunto de “procedimientos abusivos, palabras o sobreentendidos, gestos y miradas que, por su frecuencia y sistematización, afectan la integridad psíquica o física de una persona”. La palabra “mobbing” deriva del inglés “mob”, cuyo significado en castellano sería aproximadamente el de una multitud exacerbada que rodea o asedia a alguien o a algo, generalmente de forma hostil. Por lo tanto, el origen de la palabra describe, en cierto sentido, la acción colectiva de un grupo de personas.
Es en el ámbito laboral donde el concepto de “mobbing” se ha estudiado más. El profesor Heinz Laymann, por ejemplo, lo ha definido como una situación en la que una persona o un grupo ejercen una violencia psicológica extrema, de forma sistemática y recurrente, y durante un tiempo prolongado, sobre otra persona (o varias), en el lugar de trabajo, con la finalidad de destruir su autoestima, sus redes de comunicación social, su reputación, perturbar su concentración, el desarrollo de sus tareas, etc., y lograr finalmente que acaben abandonando el empleo.
Se trata de una modalidad cada vez más utilizada por empresas para inducir a los empleados a abandonar sus puestos de trabajo “voluntariamente”, de manera de no tener que pagar las indemnizaciones que fija la ley.
Por otro lado, no se descarta que el acoso moral sea realizado por personas con características perversas, que utilicen a su víctima como un objeto destinado a satisfacer profundas necesidades de ejercicio del poder, en una modalidad sádica. Como suele decirse, detrás de un maltratador, suele haber un maltratado. También puede darse que la “víctima” tenga o demuestre alguna vulnerabilidad que la haga más susceptible a estos abusos de poder.
Algunas señales de alerta:
- Ataques a las condiciones laborales (presiones y críticas injustas, inducir a cometer errores para luego reprocharlos, desacreditación personal o profesional, no asignar tareas o asignarlas pero sin los medios para llevarlas a cabo, etc.).
- Aislamiento y rechazo (“hacer el vacío”; aislamiento físico; no dejar hablar a la víctima; estimular actividades con los demás, que no la incluyan, etc.).
- Atentados a la dignidad (descalificaciones, críticas y injurias personales, burlas, menosprecio, rumores; asignar tareas “menores” o degradantes, etc.).
- Violencia verbal, física o sexual (amenazas, empujones, portazos, gritos, invasión de la privacidad; revisión continua de sus pertenencias, etc.).
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