La metáfora es una figura retórica (un tropo) clásica, definida por Aristóteles como “trasladar a una cosa un nombre que designa otra”; en principio, una suerte de comparación o símil sin el respectivo nexo (“como”, “cual”, etc.). Así, “las perlas de tu boca” = “dientes”.
Vista con mayor profundidad, Aristóteles estipula que toda metáfora es la condensación de una analogía, que siempre consta de cuatro términos. Por ejemplo, “el ocaso de la vida” (la vejez) es una metáfora proveniente de una analogía: “la vejez es la vida como el ocaso es al día”. Lacan, en sus consideraciones sobre la metáfora, se remite más a las modernas teorías del lingüista ruso-francés Roman Jakobson. Este, basándose en la distinción entre dos tipos de afasia, diferenció dos ejes o polos opuestos del lenguaje: el metafórico, que tiene que ver con la selección y la sustitución, y el metonímico, que es el de la combinación. (Por otro lado, la metáfora corresponde a las relaciones paradigmáticas de Saussure, y la metonimia, a las sintagmáticas.) Correlativamente, Lacan va a definir la metáfora como la sustitución de un significante por otro. Para él, en el lenguaje hay una resistencia intrínseca a la significación (resistencia que es simbolizada por la barra en el algoritmo “saussureano”). El sentido no aparece espontáneamente: es producto de una operación específica que cruza la barra. La producción de sentido (que Lacan llama “significación”) solamente es posible gracias a la metáfora; esta es el pasaje del significante al significado, la creación de un nuevo significado. En el trabajo del sueño según Freud, la metáfora correspondería a la condensación (así como la metonimia sería el desplazamiento). El complejo de Edipo puede analizarse como una metáfora, ya que involucra el concepto de sustitución: la del deseo de la madre por el Nombre-del-Padre. Esta metáfora fundamental (porque funda la posibilidad de todas las otras metáforas) es llamada metáfora paterna. La represión (secundaria) tiene la estructura de una metáfora: el “objeto metonímico” es reprimido, pero retorna en el sentido (excedente) producido en la metáfora. Por ende, el retomo de lo reprimido (el síntoma) también tiene también la estructura de una metáfora (“el síntoma es una metáfora”, dice directamente Lacan). La metáfora es también la estructura de la identificación, que consiste en sustituirse uno mismo por otro. Y el amor mismo está estructurado como una metáfora, ya que involucra una operación de sustitución: el amante, que es el sujeto de la falta, reemplaza al objeto amado, lo que produce la significación del amor.
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