La metonimia puede definirse como una figura retórica (un tropo) en la que se emplea un término para designar algo mediante otra cosa con la que está vinculado por contigüidad o cercanía.
Por ejemplo: “reconvenir al cello” en lugar de a “la persona que toca el cello”; “comprar un Picasso”, en lugar de “comprar un cuadro de Picasso”; etc. Lacan usa este concepto muy ligado a la noción de contigüidad, pero sobre todo inspirándose en una teoría del lingüista Roman Jakobson, quien propuso una polaridad fundamental entre metonimia y metáfora. Siguiendo a Jakobson, Lacan vincula la metonimia con el eje combinatorio del lenguaje, opuesto al eje sustitutivo, propio, a su vez, de la metáfora. Por ejemplo, en el enunciado “El caballo galopa”, entre las palabras “el”, “caballo” y “galopa” la relación sería metonímica (de contigüidad), mientras que la posibilidad de reemplazar “caballo” por “corcel” depende de una relación metafórica (de sustitución). La metonimia tiene que ver con la forma en que los significantes pueden combinarse en la cadena significante (relaciones “horizontales”), mientras que la metáfora remite a la forma en que un significante de una cadena puede ser sustituido por otro significante en otra cadena (relaciones “verticales”). Ambas figuran constituyen el modo de producción de la significación. En este aspecto, y según lo ilustra con la respectiva fórmula, para Lacan, en la metonimia se mantiene la resistencia de la significación: no se cruza la barra, no se produce ningún significado nuevo. Lacan emplea la noción de metonimia relacionada con varios contextos y conceptos de su teoría. Por ejemplo, en relación con el deseo. La metonimia es un movimiento diacrónico de un significante a otro, a lo largo de la cadena significante, en cuanto un significante se refiere constantemente a otro, en una perpetua posposición del sentido. El deseo se caracteriza precisamente por el mismo proceso interminable de continuo diferimiento: dado que el deseo es siempre “el deseo de alguna otra cosa”, en cuanto el objeto del deseo “se alcanza”, ya no es deseable, y el deseo del sujeto se fija en otro. Lacan afirma directamente: “el deseo es una metonimia”. Lacan vincula (también basándose parcialmente en Jakobson) la distinción entre metáfora y metonimia con los mecanismos del trabajo del sueño propuesto por Freud: condensación y desplazamiento respectivamente.
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