Jacques Lacan utilizó los términos “real”, “simbólico” e “imaginario” casi desde el principio de su obra, pero recién en 1953 comenzó a aplicarlos a la noción de tres “órdenes” o “registros”.
A partir de allí, se transformarían en un sistema o estructura esencial, prácticamente el centro alrededor del que iba a girar toda su teoría y al cual se iban a referir o relacionar multitud de conceptos.
Los órdenes imaginario, simbólico y real implican una suerte de sistema básico de clasificación o discernimiento, que permite, entre otras cosas, asignar “lugares” a conceptos que antes, según Lacan, se confundían o mezclaban.
Por ejemplo, muchos “errores” teóricos de las teorías psicoanalíticas anteriores a él se debían al hecho de no distinguir correctamente entre el padre imaginario, el padre simbólico y el padre real.
Este sistema tricotómico (“no hay dos sin tres”) aclara gran cantidad de conceptos freudianos que antes de ellos no podían ser comprendidos, a causa de esa confusión: “Sin estos tres sistemas para guiarnos —llegó a afirmar Lacan—, sería imposible comprender nada de la técnica y la experiencia freudianas”.
Lo tres órdenes son a la vez heterogéneos y relacionados, cuestión que hace bastante difícil su cabal comprensión, ya que se deben distinguir suficientemente, sin dejar, a la vez, de vincularlos.
¿Qué tienen en común? En principio, el hecho de que los tres son “órdenes”, instancias profundamente imbricadas en el funcionamiento mental, sin que se trate de fuerzas o aspectos de la psiquis (como en las tópicas freudianas).
De hecho, cada orden se define permanentemente en referencia (oposición y relación) a los otros dos. Esta interdependencia estructural va a ser ilustrada, en la topología lacaniana avanzada, por el nudo borromeo (seminario 1974-1975), donde el corte de uno cualquiera de los tres anillos implica que los otros dos también se separen.
Como ejemplo de sus diferentes áreas de cobertura, tenemos el estadio del espejo, en el cual el infante pasa por tres fases, cada una de las cuales representa un orden (cronológicamente: real, imaginario y simbólico).
Por otro lado, como apunte colateral, algunos analistas afirman que la estructura tripartita de los órdenes remite a la noción de signo o semiosis de Charles Peirce: los elementos representamen-objeto-interpretante remitirían a imaginario-real-simbólico, respectivamente.
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