Las primeras referencias importantes de Lacan a la mirada fueron en el primer año de su seminario (1953-1954); tenían mucho que ver con el análisis fenomenológico realizado por Jean-Paul Sartre (ambos utilizan la misma palabra francesa, “regard”).
Para Sartre, la mirada le permite al sujeto comprender que el Otro es también un sujeto:
Mi conexión fundamental con el Otro-como-sujeto tiene que poder remitirse a mi permanente posibilidad de ser visto por el Otro.
Cuando el sujeto es sorprendido por la mirada del Otro, se ve sometido a un sentimiento de “vergüenza”.
Lacan no desarrolla en ese momento un concepto propio de la mirada; parece acordar en general con Sartre, pero es especialmente atraído por la idea de que la mirada no tiene que ver necesariamente con el órgano de la vista: sería algo más amplio, que involucraría también los otros sentidos.
Ya en 1964, con su desarrollo del concepto del objeto a como causa del deseo, Lacan elabora una teoría propia de la mirada, totalmente distinta de la de Sartre. Mientras que este había fusionado la mirada con el acto de mirar, Lacan los va a separar: la mirada se convierte en el objeto del acto de mirar; para ser más precisos, en el objeto de la pulsión llamada escópica.
En la descripción de Lacan, la mirada ya no está del lado del sujeto: es la mirada del Otro.
Y, si Sartre había concebido una reciprocidad entre ver al Otro y ser-visto-por-él, Lacan piensa más bien en una relación antinómica: el ojo que mira es el del sujeto, pero la mirada está del lado del objeto; no hay coincidencia entre uno y otra, porque
“ustedes nunca me miran desde el lugar en el que yo los veo”.
Cuando el sujeto mira un objeto, este siempre está devolviéndole la mirada, pero desde un punto en el cual el sujeto no puede verlo. Esta separación entre el ojo y la mirada remite directamente a la división subjetiva en sí misma, la escisión radical del sujeto, solamente que expresada en el campo de la visión.
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