Jouissance, en francés, significa principalmente “goce”, pero también tiene una connotación sexual (de “orgasmo”), muy difícil de conservar en las traducciones (por eso, algunos optan por no traducirla).
Igual es importante señalar que Lacan siempre emplea “jouissance” en singular y con artículo definido (sería “el goce”; no hay “los goces”).
En los seminarios de 1953-1954 y 1954-1955, Lacan usa el término muy de vez en cuando, en general en el contexto de la dialéctica (hegeliana) del amo y el esclavo, según la cual éste se ve obligado a trabajar con el fin de proporcionarle a aquel objetos para el goce. La palabra, entonces, parecería designar sólo la sensación gozosa, placentera, que acompaña la satisfacción de una necesidad biológica, como el hambre.
Luego, las asociaciones sexuales se vuelven más evidentes e importantes; ya en 1958, Lacan explicita el sentido del “goce”’ como “orgasmo”.
Pero, en 1960, desarrolla la clásica oposición entre goce y placer. El principio de placer funciona como un límite al goce; es una ley que le ordena al sujeto “gozar lo menos posible”. Pero el sujeto constantemente intenta transgredir las prohibiciones impuestas a su goce (ir “más allá del principio de placer”). El resultado de estos intentos no es más placer sino dolor, ya que el sujeto sólo puede soportar una cierta cantidad de placer. Este “placer doloroso” es lo que Lacan llama goce.
El goce, por lo tanto, es la satisfacción (paradójica) que el sujeto obtiene de su síntoma, el sufrimiento que deriva de su satisfacción (en términos de Freud, el “beneficio primario” de la enfermedad).
La prohibición del goce es inherente a la estructura simbólica del lenguaje. La entrada del sujeto en lo simbólico está condicionada por una renuncia inicial al goce en el complejo de castración, cuando el sujeto renuncia a ser el falo imaginario para la madre.
La prohibición simbólica del goce en el complejo de Edipo (el tabú del incesto) es la prohibición de algo ya imposible; funciona para mantener la ilusión (neurótica) de que el goce sería alcanzable si no estuviera prohibido… La misma prohibición crea el deseo de transgredirla.
Y, dado que las pulsiones son intentos de ir más allá del principio de placer, en búsqueda del goce, toda pulsión es una pulsión de muerte: el goce es “la senda hacia la muerte”.
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