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Complejo de castración 2

Publicado por Jorge Grippo
el 13-04-2012.

La normalización que se supone acompaña el complejo de castración no siempre es constante o completa: el niño puede no renunciar a su sexualidad, seguir con la masturbación o, aunque la interrumpa, no poder parar la actividad fantasmática edípica; esto comprometería su sexualidad adulta. Freud parece establecer claramente la primacía del falo para los dos sexos, lo que trae dos grandes consecuencias: a) las experiencias previas de pérdida (del seno, de las heces) no son tales, ya que “no se debería hablar de complejo de castración sino a partir del momento en que esta representación de una pérdida es ligada con el órgano genital masculino”; b) el complejo de castración implica tanto a la mujer como al hombre: “El clítoris de la niña se comporta al principio enteramente como un pene”; pero, en ella, claro está, la visión del órgano del otro sexo desencadena inmediatamente el complejo y la consiguiente “envidia del pene”. Esta puede desarrollarse, al principio, en forma de deseo de estar dotada de un pene; pero su evolución “normal” es aquella en la que encuentra su equivalente simbólico en el deseo de tener un hijo, lo cual a su vez conduce a la niña a elegir al padre como objeto de amor (Edipo). Aquí también el complejo de castración ejerce una función normalizadora: orienta a la niña a la heterosexualidad. Freud, más tarde, pone también el acento en ciertas consecuencias patológicas del complejo de castración y reconoce la imposibilidad del renunciamiento total a los primeros deseos; este complejo sería la “roca” contra la cual choca una y otra vez el análisis. En la mujer, la envidia del pene puede persistir de manera indefinida en el inconsciente, como factor de celos y depresión. En el hombre, la angustia de castración constituye frecuentemente un límite del trabajo analítico: toda actitud pasiva con respecto al padre (y con respecto al hombre en general) tiene la significación de una castración y desencadena una rebelión; pero, como la rebelión implica imaginariamente el mismo castigo (la “castración”), el sujeto no encuentra la salida y permanece dependiente, tanto en su vida social como en su vida de relación con las mujeres.

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