En la mujer, la primera etapa del orgasmo puede ser descrita como punto culminante de muy placenteras sensaciones en el clítoris, en las zonas que lo rodean, y en la vagina, o bien sólo en esta.
Después, se siente que es posible sobrepasar el límite de esa curva ascendente de placer, para alcanzar un goce extremo; ésta es la parte esencial, y la más intensa. En un grado más complejo, esta fase puede provocar una oleada de sensaciones de euforia, de duración muy variable.
Hay mucha literatura especializada que se dedica a determinar el sitio donde se produce el orgasmo femenino. Hace muchos años, se afirmaba que ocurría solamente en la vagina (y que allí debía ser: era el orgasmo más “maduro”, el “correcto”, según Freud).
A partir de la década de 1960, se empezó a considerar el clítoris como foco principal de las sensaciones que llevaban al clímax, y el lugar donde la mujer experimentaba el orgasmo. Posteriormente, con el “hallazgo” del llamado “punto G” (o punto Gräfenberg, en honor al ginecólogo alemán Ernst Gräfenberg), se volvió a poner atención en el orgasmo vaginal.
Hay autores que consideran posible también tener orgasmos en el perineo. Y otros aseguran que la red nerviosa y muscular de ese lugar genera una zona de placer que abarca todos esos “puntos” y, por eso, es posible que un orgasmo tenga su centro en cualquier lugar dentro de ella. Todos son muy agradables, y no hay uno mejor que otro.
Pero, como ser complejo que es, la mente y sus emociones, o algún inconveniente de tipo físico, pueden inhibir la capacidad de la mujer para gozar del sexo o tener orgasmos. Cada historia es individual, y así, en forma personal, deberá emprender el proceso de buscar qué es lo que le impide tener orgasmos, si es el caso.
Quizá sea algo muy sencillo de resolver (por ejemplo, empleando alguna técnica). En otras oportunidades, las cuestiones que obstaculizan el orgasmo resultan más complejas, y deben encararse actividades (psico)terapéuticas específicas.
Con la “libertad sexual” declarada ostensiblemente en la década de 1960, parecía que las mujeres habían logrado superar la doble moral en cuanto al sexo. Además, los métodos anticonceptivos empezaron a funcionar como favorecedores para tener relaciones sexuales-genitales sin temor al embarazo. Todo hacía suponer que las mujeres habían conquistado la plenitud en el disfrute sexual.
Sin embargo, la verdad es otra. Estudios recientes demuestran que no todas las mujeres gozan de una “espléndida vida sexual”. Los números dicen que 1 de cada 10 mujeres nunca han tenido un orgasmo, un 30% de ellas ha perdido la capacidad de tenerlo, y un 40% no consigue lograr el orgasmo todas las veces en que tienen relaciones sexuales.
Un inconveniente para solucionar en esta extendida problemática (las estadísticas indican que sólo 1 de cada 5 mujeres está segura de llegar al orgasmo cuando lo desee) es la inhibición o la timidez para admitir que no consiguen tener orgasmos; lo cual hace que acepten su anorgasmia sin hacer algo al respecto (ya sea la actual, es decir, la que sufren en un momento determinado por distintos factores, ya sea la que han padecido toda su vida).
Entonces se puede concluir que existe un enorme porcentaje de mujeres privadas del goce de tener orgasmos, parte esencial de una vida plena.
Las dificultades que se presentan para llegar al orgasmo son muchas y diferentes; y, a menudo, hay factores que se combinan para dificultar la capacidad innata de la mujer para tener orgasmos.
La recomendación para la mujer que sufra anorgasmia, como corolario de lo todo lo anteriormente expresado, es que debe encontrar el o los obstáculos que le impiden haber tenido, o bien que le han hecho perder la capacidad de tener orgasmos cuando lo desee —tenga o no pareja—, y los supere con la ayuda necesaria, según los factores involucrados en el problema (emocionales, mentales, físicos…, o alguna combinación particular de estos).
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