El concepto de adaptación es predominantemente biológico. Implica que los organismos se ven impulsados, de alguna manera, a adaptarse a su medio ambiente.
Por un lado, la adaptación conllevaría, entonces, una relación armoniosa entre el mundo interno y el mundo externo o circundante. Por otro, el proceso de adaptación biológica mejoraría las posibilidades de supervivencia de los individuos que mostraran determinadas características (evolucionismo, darwinismo, etc.).
La psicología del yo aplica este concepto biológico al campo de la enfermedad psíquica; por ejemplo, explica los síntomas neuróticos en términos de una conducta inadaptada (mecanismos de defensa en contextos en los que ya no son apropiados, etc.); sostiene que la meta de tratamiento debería ser ayudar al paciente a “adaptarse” a la “realidad”.
Lacan siempre se opuso a todo intento de explicar los fenómenos humanos en términos de adaptación.
Subrayar la función adaptativa del yo omite su función alienante y, de hecho, se fundamenta en una concepción simplista de “la realidad”. Esta no es una cosa sencilla, objetiva, accesible; es producto de representaciones ficticias y proyecciones del yo. Entonces, ¿a qué se va adaptar este? ¿A lo que él mismo “crea”? En realidad, el yo está demasiado adaptado, y la función del psicoanálisis es socavar esa ilusoria sensación de adaptación (que bloquea el acceso al inconsciente).
Si la adaptación fuera la meta del tratamiento, el analista sería una suerte de árbitro en ese proceso; se estaría suponiendo que el analista está mejor adaptado que el paciente (o, lo que es casi lo mismo, que se relaciona con la realidad directamente). Esto convierte al psicoanálisis en un ejercicio de poder; ya no es análisis, sino sugestión (y se sabe cuánto Freud llegó a oponerse a esta, en la época en que decidió abandonar la hipnosis).
La misma idea de armonía entre individuo y ambiente es totalmente errónea, porque la inscripción del ser humano en el orden simbólico lo desnaturaliza. Los seres humanos son esencialmente inadaptados.
Lacan sostuvo siempre que el énfasis de la psicología del yo en la adaptación a la realidad reduce el psicoanálisis a ser un instrumento de control social (“ingeniería social”, típicamente norteamericana, o de analistas europeos adaptados a esa sociedad…) y un productor de conformismo. Para él, el psicoanálisis es una práctica esencialmente subversiva.
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