El complejo de intrusión es la experiencia que padece un sujeto cuando ve participar a otros, junto con a él, en la relación familiar. Es decir, cuando “comprueba que tiene hermanos”, con todo lo que eso implica.
Esta estructura depende mucho de la cultura que se considere, ya que la extensión y la composición del grupo familiar son distintas en cada una. Y el sujeto ocupa el lugar, por ejemplo, de heredero o de usurpador, según el lugar que tenga en el orden de los nacimientos.
Los celos infantiles no siempre representan una rivalidad vital; en gran medida, implican una identificación mental, imaginaria. Estas reacciones de rivalidad y/o de identificación dependen en gran medida de la diferencia de edades entre los sujetos.
Aparecen también actitudes de seducción, alarde y despotismo; y el conflicto no es sólo de a dos, sino también interior a cada sujeto, entre actitudes contrapuestas y complementarias. Cada hermano confunde la parte del otro con la suya propia y se identifica con él; pero también puede mantener esa relación con una participación mínima de ese otro y vivir toda la situación por sí solo. De esta manera, en este estadio, la identificación específica de las conductas sociales se basa en un sentimiento del otro. Y la imagen del otro está ligada a la estructura del propio cuerpo, en función de cierta semejanza.
El psicoanálisis demuestra que hay en el hermano un objeto electivo de las exigencias de la libido (en este período, homosexuales). La agresividad es, en realidad, secundaria a la identificación. Por ejemplo, la aparición de celos en relación con el amamantamiento pueden manifestarse en casos en los que el sujeto, sometido cierto tiempo al destete, no se encuentra en una situación de competencia vital con su hermano; fenómeno que necesita una cierta identificación con el estado del hermano.
Cierto es que el carácter sadomasoquista propio de esta etapa de la vida hace que la agresividad domine la economía afectiva y sea, al mismo tiempo, soportada y actuada por el sujeto. En ese malestar del destete, aparece un deseo de muerte que se considera un masoquismo primario. La identificación con el hermano ofrece la imagen que fija uno de los polos del masoquismo primario. La no violencia del suicidio primordial engendra la violencia del asesinato imaginario del hermano (violencia que no tiene relación con la lucha por la vida).
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