El tema de la causalidad tiene una extensísima tradición filosófica, que no se puede obviar al tratar de dilucidar qué es la causa en psicoanálisis.
Para Aristóteles, “conocer la naturaleza de una cosa es conocer por qué es” y “poseemos conocimiento científico de una cosa sólo cuando conocemos su causa”. Aristóteles postuló cuatro tipos mayores de causa, como los términos medios más buscados de demostración: la forma definible (causa material), un antecedente que necesita un consecuente (causa formal), causa eficiente y causa final. Para que un suceso A sea la causa de un suceso B, se tienen que cumplir tres condiciones: que A suceda antes que B; que, siempre que suceda A, suceda B; que A y B estén próximos en el espacio y en el tiempo. Pero, como afirmó el filósofo empirista inglés Hume, nunca hay observaciones suficientes para relacionar A con B de manera inequívoca; esa relación surge de un hábito adquirido. Kant, en desacuerdo con el pensamiento de Hume, postuló la causalidad como una de las categorías a priori del entendimiento, necesarias para el conocimiento racional. No procede de la costumbre, como concluía Hume, ni del conocimiento: es un supuesto previo que lo hace posible. El concepto de causalidad atraviesa toda la obra de Lacan, desde su tesis de doctorado sobre la psicosis, en 1936. Diez años después, convierte la causa de la locura en la esencia de toda causalidad psíquica. Pero, en tanto cuestiona la posibilidad de definir lo psíquico en términos de una sencilla oposición a lo material, necesita descartar toda noción simplista de “psicogénesis”. Más tarde, Lacan sostuvo que se debe situar la causalidad en el límite entre lo simbólico y lo real, implicando “una mediación entre la cadena de símbolos y lo real”. Y que este concepto, en que se basan todas las ciencias, no es científico. (La magia, la religión, la ciencia y el psicoanálisis se distinguen sobre la base de sus relaciones con la verdad como causa.) El verdadero sentido de la causalidad debería buscarse en la angustia, porque esta es la causa de la duda, que lleva a la pregunta por la causa. Esto se relaciona con el concepto de objeto a, que ahora se define como causa del deseo, y no como aquello hacia lo cual el deseo tiende.
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