El “otro” tal vez sea el concepto más complejo en toda la obra de Lacan; pero también lo es en psicoanálisis, y en la filosofía toda.
Freud utiliza el término “der Andere” (la otra persona), e incluso “das Andere” (la otredad); aunque en Lacan probablemente haya influido más Hegel (a través de Alexandre Kojéve, como en tantos otros aspectos de su teoría).
En sus primeros escritos, el otro no tenía demasiada importancia; se refería simplemente a las “otras personas”, como en el lenguaje común.
Ya en 1955, Lacan hace la central diferenciación entre “el pequeño otro” (“el otro”, con minúscula; o a por la palabra francesa “autre”, en bastardilla) y “el gran Otro” (“el Otro”, con mayúscula, designado con la A de Autre).
El “petit autre” es el otro que no es realmente otro, sino un reflejo, una proyección del yo; simultáneamente, el semejante y la imagen especular. O sea que está totalmente inscrito en el orden imaginario.
El gran Otro, por su parte designa la alterídad radical, la otredad que trasciende la otredad ilusoria de lo imaginario: no puede asimilarse a través de la identificación. Lacan equipara esta alteridad con el lenguaje y la Ley; por ende, el gran Otro está inscrito en el orden simbólico.
El Otro es otro sujeto, con su singularidad inasimilable, y también es el orden simbólico (que media irremediablemente la relación con ese otro sujeto). Este último sentido es el fundamental: “el Otro debe en primer lugar ser considerado un lugar, el lugar en el cual está constituida la palabra”.
Lacan afirma que la palabra no se origina en el yo, sino en el Otro; por lo tanto, la palabra, el lenguaje están más allá del control consciente, vienen “de otro lugar”, desde fuera de la conciencia. Esta es la explicación (una de ellas) de la célebre frase: “el inconsciente es el discurso del Otro”.
Para el niño, la madre ocupa primeramente la posición del gran Otro. El complejo de castración se constituye precisamente cuando el niño descubre que ese Otro no es completo, que padece una falta. El Otro completo es mítico, no existe. El Otro incompleto es el “otro barrado” (una A tachada).
El Otro es también “el otro sexo”, que a su vez es siempre la mujer, tanto para sujetos masculinos como femeninos.
Para Lacan, el analista debe estar “totalmente imbuido” de la diferencia entre A y a, con el fin de poder ubicarse correctamente en el lugar del Otro, y no en el del otro.