“Palabra” es una de las más importantes expresiones-conceptos de la obra de Lacan desde inicios de la década de 1950. (Hay que tener en cuenta que el francés “parole” ofrece cierta ambigüedad para su traducción: puede ser “palabra”, “word” en inglés, pero también “discurso”, “speech”: el “habla” de Saussure.)
La “palabra” de Lacan, sin embargo, no coincide con el “habla” de Saussure, a quien por otra parte tanto le debe. La oposición “lengua/habla” es remplazada, de hecho, por la de “lenguaje/palabra”, pero además con otros contenidos. En su célebre “Discurso de Roma”, Lacan denunció que la teoría psicoanalítica había desatendido el papel de la palabra en el psicoanálisis (que alguna vez se llamó “talking cure”, cura hablada, cura por la palabra) y propuso renovar esa atención hacia la palabra y el lenguaje. El concepto lacaniano de la palabra como un “intercambio simbólico” que “vincula a los seres humanos” fue muy influido por antropólogos como Mauss y Lévi-Strauss, sobre todo su análisis del intercambio de regalos. Va a describir las interpretaciones de Freud como “un presente simbólico de palabra, grávido de un pacto secreto”. En Lacan, la palabra tiene también connotaciones religiosas y teológicas, sobre todo derivadas de religiones orientales y de la tradición judeocristiana. En esta perspectiva, la palabra es una “invocación simbólica” que crea, de la nada, “un nuevo orden del ser en las relaciones entre los hombres”. La influencia filosófica de Heidegger se advierte, por ejemplo, en cómo influye su distinción entre Rede (discurso) y Cerede (habladuría) en la oposición lacaniana entre la “palabra plena” (pleine) y la “palabra vacía” (vide). La palabra plena (“palabra verdadera”, porque está más cerca de la verdad enigmática del deseo del sujeto, “una palabra que hace acto”) articula la dimensión simbólica del lenguaje, en tanto que la palabra vacía articula su dimensión imaginaria (donde el sujeto está alienado de su deseo). Pero la palabra plena y la palabra vacía son los polos de un continuum: “entre estos dos extremos se despliega toda una gama de modos de realización de la palabra”. Una de las tareas del analista sería discernir los momentos cuando surge la palabra plena. La meta del tratamiento es articular la palabra plena (que nunca es “toda la verdad”, porque ésta es indecible). La palabra es el único modo de acceso a la verdad sobre el deseo, aunque este acceso nunca pueda ser completo. Por otro lado, la noción de “palabra fundante” implica un pacto que asigna roles al emisor y al receptor; puede transformar radicalmente a quien habla y a quien la recibe.
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